Hirigoyen llegó a la Feria del Libro para presentar su libro. |
La psicoanalista generó polémica con "El acoso moral", un libro que bucea en el terror psicológico que se genera en ámbitos laborales y familiares.
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Por Cecilia Bembibre
El acoso moral es desde hace un año el libro de no ficción más leído por los franceses, y ya se ha editado con éxito equivalente en Alemania, España y Canadá. Describe y analiza situaciones de la vida cotidiana que causan angustia y depresión, y que a través de su investigación responden a un patrón definido: el acoso moral, un modo de terror psicológico que surge en espacios laborales, en vínculos de pareja y familiares, y que sume en el mismo desconcierto a psicoanalistas y sindicatos. Su autora, Marie-France Hirigoyen, decidió escribir el libro para dar nombre a un fenómeno que, según dice, ha existido siempre. Llegó a la Argentina para presentar el título (editado por Paidós) en la Feria del Libro, y dialogó con Página/12.
--¿Cómo decidió investigar y escribir sobre el acoso moral?
--Tenía pacientes que venían y se quejaban de que estaban deprimidos y angustiados en el contexto de trabajo. No había una definición clara del problema del acoso moral; en un principio intenté trabajar el tema con mis pares psicoanalistas, y la mayoría de ellos decían que, si esta gente se sentía víctima, era porque era masoquista. Escribí este libro en especial para mis pacientes, para mostrar que no se trataba de masoquismo sino de un problema distinto y real.
--El libro incluye una gran cantidad de testimonios sobre una situación que, como usted misma afirma, suele mantenerse oculta. ¿Cómo llevó adelante esa recopilación?
--Los testimonios que incluyo en el libro son de pacientes que llegaron a verme. Se quejaban de que estaban depresivos, pero no podían comprender lo que les pasaba. Era un patrón que se repetía en entornos muy diferentes, y que se podría definir como una serie de procedimientos abusivos --gestos, palabras, miradas-- que atacan la dignidad y la integridad física y psíquica de la persona. Son pequeñas cosas que parecen no tener importancia, pero que a través de la repetición y la sistematización devienen graves.
--¿Cómo se diferencian el acoso moral y el sexual?
--Para mí el acoso sexual es un paso más allá del acoso moral. En los dos casos se considera al otro como un objeto. En el caso del acoso sexual como un objeto sexual, y en el caso del moral como un objeto para tomar el poder, para ser superior.
--Uno de los móviles del acoso moral es la competencia. ¿Esto hace que en los ambientes laborales más competitivos haya una mayor predisposición a que el problema surja?
--No únicamente. Puede existir entre colegas. A veces el punto de partida son los celos o el rechazo de una diferencia, por ejemplo una mujer en un mundo de hombres. También puede ser vertical, de arriba hacia abajo o de abajo hacia arriba. Aparece en general cuando alguien quiere desembarazarse de una persona porque molesta, hace sombra o tiene algún tipo de plus. En algunos casos es una de las formas que tienen las empresas de desembarazarse de alguien sin tener que echarlo, porque los costos son menores. Puede ser un proceso inconsciente de un individuo sobre otro, pero pueden ser también estrategias conscientes y deliberadas de parte de la empresa.
--El acoso moral se convirtió en best-seller y figura entre los libros más leídos de Francia. ¿Le sorprendió este éxito?
--Recibí una enorme cantidad de cartas: cuatrocientas que tenían que ver con el trabajo y muchísimas más que tenían que ver con la familia. Muchos lectores me escribieron para agradecerme, diciendo que el libro les había permitido comprender y defenderse. Hay ahora una toma de conciencia colectiva: en Francia hay gente que se ha puesto en huelga por acoso moral. Y precisamente porque hay una presión es que las instituciones comienzan a reaccionar.
--¿Qué repercusiones tuvo de sus pares?
--Creí que algunos no iban a estar de acuerdo y lo iban a manifestar abiertamente. Pero de hecho hubo muchos psicólogos y psiquiatras que oían a sus pacientes contar todos estos problemas y estaban contentos de que se le hubiese puesto un nombre y que se comenzara a investigar. Mis colegas fueron, sin embargo, más lentos en darse cuenta de esto que los abogados y que los medios. Hoy se trata de un problema que se enseña en la universidad y está reconocido en los congresos de psicología.
--Aunque el acoso en el trabajo es el más estudiado, usted presenta en el libro el mismo problema en otro tipo de vínculos, de pareja y familiares. ¿Qué características tiene el acoso moral en el ámbito privado?
--Es más difícil de investigar e incluso de tratar, porque las personas están solas, no hay un grupo que eventualmente pueda defenderlas como ocurre en el espacio laboral. La dificultad del acoso es que está escondido y que las víctimas tienen vergüenza y no osan hablar de eso. En la familia es difícil ser creído. Si en el mundo laboral ha habido soluciones que comienzan a tomarse desde el punto de vista jurídico, hay toda una educación por delante en los jueces, en los médicos porque es muy difícil creer que todos esos comportamuientos violentos son posibles y se pueden cambiar.
--¿Qué tipo de relaciones de acoso se dan en la familia?
--Puede ocurrir que uno de los padres tenga comportamientos perversos hacia sus hijos, o hacia uno de sus hijos. El problema es que cuando uno ha sido tratado de esa manera cuando es niño tiene la tentación de seguir estableciendo el mismo tipo de relación cuando es adulto, o de seguir siendo una víctima. Generalmente los niños no se defienden y sólo reaccionan cuando son adultos.
--¿Se trata de un problema que acompaña los modelos sociales y económicos de las últimas décadas, o la novedad es que ahora tiene un nombre?
--No es para nada un problema nuevo, siempre ha existido. Pero en ciertas épocas la sociedad ponía límites: en algunos tiempos fue la religión, en otros los sindicatos eran más fuertes. Ahora hay una especie de relajamiento de los valores morales, se piensa que todos los comportamientos son aceptables, y entonces estas agresiones perversas se dejan pasar. Existieron siempre, pero la sociedad es más o menos tolerante según las épocas.
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