¡Necesitamos despertar!
Por Dolores Gallo..
¡Necesitamos despertar!
Nuestros cerebros están adormilados de tanta información. Debemos
recuperar nuestra conciencia para percibir los grandes cambios en la
sociedad, la salud y el amor antes de que sea demasiado tarde. Así lo
asegura el escritor franco-suizo Olivier Clerc.
Había una vez una rana que nadaba en una olla llena de agua y no se
da cuenta cuando la ponen sobre el fuego lento. Al principio, el agua
estaba agradable, pero poco a poco, fue levantando temperatura. Tan
lentamente, que la rana ni lo notó y por fin, sin capacidad de reacción,
acabó hervida. Esta rana, asegura el escritor Olivier Clerc, somos
nosotros mismos, víctimas de los grandes cambios que se van sucediendo
en nuestras vidas sin que lo notemos, hasta que se hacen demasiado
grandes y es muy tarde para hacer algo. Por medio de esta y otras
fábulas, Olivier intenta hacernos ver las grandes cuestiones de nuestros
tiempos, como la pérdida de valores o las degeneraciones de las
relaciones humanas. Clerc es un especialista franco-suizo en temas de
bienestar y desarrollo personal y ha escrito varios libros para
despertar al mundo. “Me gusta hablar con metáforas porque una imagen
vale más que mil palabras, y la gente las recuerda mejor. Las metáforas
despiertan nuestro cerebro derecho. Son semillas de significados que
luego crecen en nuestras mentes y nos proporcionan nuestro propio
análisis y entendimiento. Como herramientas de enseñanza, ¡son
valiosísimas!”, nos asegura.
–¿Por qué decís que todos somos ranas en agua hirviendo?
–La metáfora de la rana nos muestra que cuando el cambio es
suficientemente lento no lo notamos, y a la larga, puede tener un efecto
devastador en nuestras vidas. Nuestro estilo de vida moderno nos da
tanta información y tantos estímulos a diario, que nuestro nivel de
conciencia disminuye y, como la rana, nos vamos cocinando lentamente,
sin darnos cuenta. Estos cambios lentos pueden afectar nuestra salud,
nuestra vida amorosa, nuestros trabajos, nuestros estatus social, el
medioambiente, ¡todo!
–En concreto, por ejemplo, ¿cómo afecta a nuestra salud?
–La mayoría de las enfermedades que empiezan a manifestarse a los
40 son el resultado de un cambio lento que se da a lo largo de las
décadas: malos hábitos alimenticios, falta de ejercicio, demasiadas
emociones no digeridas, comida chatarra, etc. Si prestáramos atención a
nuestra salud, percibiríamos esta pérdida progresiva de buena salud y
reaccionaríamos antes de que se convirtiera en una verdadera
enfermedad.
–Y ¿cómo ocurre con las relaciones?
–Nunca escuché una pareja que diga: “nuestra pareja empezó a fallar
el viernes a las 2 de la tarde”. Es algo que sucede día a día, semana a
semana, mes a mes: una pareja a la que no le prestamos la debida
atención empieza a perder calidad, amor, se acumula resentimiento, cosas
que quedan por decir… De nuevo, si aprendemos a desarrollar una
conciencia diaria de nuestras relaciones notaremos estos cambios
inmediatamente y haremos las modificaciones necesarias a tiempo.
–¿Qué pasa con nuestra sociedad?
–Nuestra sociedad se está ahogando por culpa de la velocidad,
demasiados estímulos y el estrés. Perdemos atención, conciencia, nos
aburrimos de tantos espectáculos, películas…, ¡que se transforman en
armas de destrucción masivas! En las últimas 5 o 6 décadas, la sociedad
como un todo ha estado hirviendo (¡a la par que el clima se calienta!)
de forma progresiva, y no hacemos nada, porque estamos perdiendo todo
poder de reacción. Por suerte, el grupo de cambio social Creativos
Culturales y las numerosas ONG descriptas por Paul Hawken en su libro
Blessed Unrest están desarrollando una conciencia más refinada e
intentan despertar a la gente, a contrarrestar esta degradación.
–¿Por qué permitimos que las cosas se deterioren sin reaccionar?
–La lentitud. Nuestros sentidos solo pueden detectar cambios de una
cierta magnitud. Debajo de eso, es solo nuestra memoria y nivel de
conciencia los que pueden ayudarnos a notarlo. Pero si nuestra
conciencia está adormilada, y si nuestra memoria está saturada de
información inútil, entonces los grandes cambios pueden suceder sin que
lo notemos.
–¿Cómo podríamos despertar nuestra conciencia?
–La rana nos dice que debemos cultivar una conciencia más aguda,
porque ella es lo que nos hace humanos, al fin y al cabo. Todos los
caminos espirituales son los modos de desarrollarla: conciencia de
nuestro cuerpo, de nuestra mente, de nuestro corazón… Ser más espiritual
implica estar más despiertos, más presentes. Debemos comer, respirar,
hablar de forma más consciente. El yoga y el Mindfulness son dos
ejemplos que nos ayudan a fomentar nuestra conciencia. ¡Despertemos!
Debemos dejar de vivir nuestras vidas en piloto automático. Es una
disciplina como un arte marcial, algo que tenemos que practicar a diario
hasta que consigamos dominarlo. Entonces, nuestra vida será una
experiencia totalmente diferente porque percibiremos, sentiremos,
experimentaremos cosas que la mayoría de la gente no puede porque están
semidormidos.
–¿Quién es responsable de la manera en que estamos viviendo, con prisas, sin conciencia de lo que sucede?
–Echar culpas no nos llevará a ningún lado. No necesitamos
encontrar culpables, lo que necesitamos es hacer lo que podemos, cada
uno en su nivel, para “ser el cambio que queremos ver en el mundo”, como
dijo Gandhi. Todos somos parte de la situación presente, todos
contribuimos a ello. Culpar a otros, al progreso, a la tecnología, no
ayuda. “No pelees la oscuridad, trae la luz”, dicen los chinos. Debemos
propiciar más conciencia, amor, entendimiento, justicia, ética, y un
mundo mejor progresivamente emergerá de todo esto.
–Además de los cambios que pasan inadvertidos, hablás de las cuestiones de nuestros tiempos. ¿Cuáles serían?
–Para hacerlo simple, desde mi punto de vista, hay tres:
reconectarnos con la Tierra (ecología), reconectarnos con lo sagrado, lo
divino (espiritualidad), y reconectarnos con nosotros mismos y con los
demás (desarrollar nuestro cociente de relaciones). Somos una sociedad
de personas desconectadas. Y estos tipos de desconexión afectan nuestras
actividades.
–También nos comparás con las raíces de bambú. ¿De qué manera pueden nuestras vidas parecerse a ellas?
–La alegoría del bambú chino dice que no crecerá hasta pasados
varios años desde que fue plantado, hasta el punto de hacerte pensar que
la semilla no era buena. Y de repente, ¡crecerá 15 metros en un solo
año! Porque, en realidad, todos esos años previos estaba desarrollando
en silencio un sistema de raíces fantástico. Esta metáfora nos enseña
que hay un aspecto invisible a muchos fenómenos, que aunque a veces, no
veamos resultados, algo está sucediendo. Algunos cambios bruscos son
producto de una evolución lenta. En fin, lo que nos enseña es a no
fiarnos solo de las apariencias. Conocer esta metáfora ayuda a
perseverar y, entonces, un buen día, una raíz poderosa saldrá de la
tierra y hará visibles los resultados de tanto esfuerzo y trabajo
discreto.
–Como padre, lo aplicás a los niños. ¿Qué son los chicos bambú?
–Son los niños que se sientan, caminan o leen más tarde que lo que
se consideraría un chico “normal”. Sus padres se preocupan, piensan si
tendrá algún retraso, consultan a especialistas... Sin embargo, hay
muchos niños bambú que, en realidad, están desarrollando todo tipo de
conexiones neuronales invisibles, que están construyendo su propio modo
de aprendizaje. Es el caso de Einstein; sus padres creyeron que tenía
algún tipo de retraso mental. De repente estos niños equiparan a los
demás, demostrando habilidades extraordinarias.
–Tu último libro es ¡Basta ya de juzgar (me)! Contanos de qué se trata.
–Desde mi encuentro en México con Miguel Ruíz, en 1999, mi vida
hizo un giro. Me hizo pasar por un ritual del perdón que lo cambió todo,
porque te ayuda a dejar ir el resentimiento, el odio, los juicios que
nos alejan del amor. Escribí este libro para ayudar a los lectores a
seguir este camino del perdón, a no juzgar, a aceptar. El corazón es el
nexo entre la cabeza (pensamiento) y las manos (acción). Si nuestro
corazón está enfermo, lo mismo ocurre con nuestra mente y nuestro
cuerpo. Si sanamos nuestro corazón, pensamos mejor y vivimos mejor.
Nuestras mentes tienen este virus del juicio que nos enferma. No lo
necesitamos y podemos curarlo. El libro plantea un programa de 21 días,
con 15 herramientas que he utilizado estos años para cambiar mi vida y
mis relaciones.
–¿Por qué nos afecta tanto lo que los demás piensan de nosotros?
–¡Porque así es como nos educan! Los juicios están presentes en
todos los ámbitos de la sociedad, incluso desde niñitos. Debemos
aprender a ser inmunes a las opiniones de los demás. El Segundo de los
Cuatro Acuerdos de Miguel Ruiz dice “No te tomes nada en forma
personal”.
–¿Y por qué somos tan exigentes con nosotros mismos?
–Porque siempre nos han tratado de esa manera. Hemos internalizado
los juicios de los demás y lo hemos hecho de forma todavía más exigente.
Nuestros padres creían que así nos ayudarían a mejorar y nosotros
creemos que podemos ser aún mejores al ser duros con nosotros mismos.
Pero, como muestra la Psicología Positiva, crecemos mucho mejor en el
amor, en la confianza, en el feedback positivo, sin dejar de lado el
rigor por supuesto, que en una educación orientada en lo negativo. Y
volvemos al tema de la conciencia: necesitamos ser más conscientes de la
forma en que fuimos educados, para desprogramarnos y cambiar. Así
carecemos de libertad y seguimos haciendo lo mismo que hicieron las
generaciones anteriores. Automáticamente, sin tomar decisiones
conscientes. La libertad se gana luchando contra malos hábitos, y los
programas heredados. La gente acepta dedicar diez años de su vida a
aprender piano, pero quieren cambiar su vida en un taller de un fin de
semana. ¡Eso no funciona! Dediquemos diez años a conquistar nuestra
libertad interior, la mente, el corazón y nuestro cuerpo y veremos
resultados.
–¿Cómo podríamos liberarnos de los juicios, propios y ajenos?
–¡Tuve que escribir un libro entero para responder a esa pregunta!
Pero les daré una pista: hay que empezar por ser consciente de que
nuestro juez es ilegítimo. ¿Quién es él para juzgarnos de la manera en
que lo hace? ¿En qué se basa? ¿En la opinión de los demás? La vida no
nos juzga, estamos vivos y podemos evolucionar y cambiar. Dios tampoco
nos juzga. ¿Por qué nuestro juez interior debe estar por encima de todo?
Dejémosle hablar, escuchémoslo, aunque no creamos todo lo que nos dice.
¡Aprender gratitud, perdón y humor son maneras fantásticas de reducir
el poder de nuestro juez!
Fuente: http://www.revistanueva.com.ar/portal/verNota/1038
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