Comenzar por cambiar nuestros hábitos de consumo
Luis Razeto M.
En la creación de la otra economía
En la creación de la otra economía, el punto de partida es la
transformación del consumo. La razón de ello es clara: si se asume que
el fin de la nueva economía es el ser humano, su realización y
felicidad, hay que empezar examinando si el consumo de los bienes y
servicios que produce la economía está sirviendo a ese objetivo, que
implica básicamente satisfacer las verdaderas necesidades del ser
humano.
A la economía capitalista no le interesa que las personas sean
felices ni que se realicen comunitaria-mente. Le interesa sólo que los
individuos estén en el mercado y compren lo más posible, para lo cual
puede incluso ser mejor que las personas permanezcan insatisfechas, si
ello los impulsa a comprar más cosas y servicios.
El consumo tal como se da actualmente, lleva a las personas a vivir
sus necesidades de manera tal que las convierte en pasivas, dependientes
y competitivas. Será radicalmente distinto el consumo que nos convierta
en personas creativas, autónomas y solidarias, pero este nuevo modo de
consumo implica entender de otra manera las necesidades humanas.
Es necesario dejar de pensar las necesidades como carencias, como
vacíos que deben llenarse con los bienes y servicios, según lo cual
habría una suerte de correspondencia bi-unívoca entre las necesidades y
los productos y servicios. A cada necesidad correspondería un producto,
y a cada producto correspondería
una necesidad. Pero de esa manera las
necesidades no se experimentan como necesidades del propio ser, sino
como las necesidades de comprar y tener cosas y servicios.
Se supone, además, que las necesidades son recurrentes, es decir, que
se satisfacen cada vez que los vacíos se llenan con ciertos productos,
pero ellas vuelven al poco tiempo a presentarse insatisfechas, y por lo
tanto estarían siempre demandando los bienes y servicios que las
satisfacen por un tiempo, para que más adelante vuelvan a presentarse
los vacíos, las carencias.
Pero ¿somos así los seres humanos? ¿Somos esas cosas con muchas
carencias, con tantos compartimentos vacíos, que se llenan y que se
vacían, que se van multiplicando y creciendo, y que demandan siempre más
bienes y servicios con que llenarse? ¿O es más bien que así nos quiere
el mercado capitalista?
Actualmente las necesidades y el consumo están creciendo
enormemente, tanto por la lógica del mercado capitalista como por la del
Estado benefactor, de modo que la economía está fuertemente presionada a
crecer, a multiplicar su oferta de bienes y servicios, para satisfacer
tanto las demandas colectivas que se exigen al Estado, como las demandas
individuales que se expresan en el mercado. Desde ambas perspectivas,
desde ambas lógicas, se está viviendo un elevamiento del umbral de la
cantidad de productos que se demandan y del nivel de acceso al que se
aspira.
El consumidor moderno parece insaciable y es tremendamente
demandante y exigente, pues considera que tiene derecho a que el Estado
le provea de todo lo que necesita para alcanzar el nivel social medio, y
además, que tiene derecho a que el mercado le proporcione todo lo que
desee y pueda pagar. Y si no lo puede pagar, considera que tiene derecho
a que le den el crédito necesario para comprarlo.
Esa verdadera explosión de las necesidades y de las demandas hacia
el mercado y hacia el Estado genera una presión enorme sobre el sistema
productivo. Una presión para crecer, es decir, para aumentar
aceleradamente el proceso de producción de bienes y servicios junto con
la acelerada expansión de las necesidades.
Pero hay que preguntarse: ¿es posible este crecimiento indefinido?
¿Habrá recursos y capacidades suficientes para sostener este crecimiento
permanente? Si se continuara por este camino ¿serán reversibles las
consecuencias que está teniendo sobre el medio ambiente y la ecología?
¿Y será posible superar los gravísimos impactos que este consumismo
exacerbado está teniendo sobre la convivencia colectiva, la
gobernabilidad, la ética social y los valores culturales y espirituales?
Más aún, ¿no es acaso por estar llegando a los límites posibles de
este crecimiento del consumo que hoy se torna evidente la crisis
sistémica de la civilización moderna, y se plantea la necesidad urgente
de construir una civilización y una economía distintas?
Y yendo más al fondo del asunto: ¿será verdad que accediendo a más
productos y servicios alcanzamos una mejor satisfacción de las
necesidades humanas, que nos hacemos más felices, que nos realizamos
mejor como personas?
El consumidor moderno no es un consumidor creativo, autónomo y
solidario. Al contrario, su consumo es imitativo, dependiente y
competitivo. Se trata de un consumo que empequeñece a las personas, y
que en definitiva genera insatisfacción e infelicidad, que parece ser el
estado habitual, más extendido, en que se encuentran muchas personas en
la fase terminal de la crisis de la civilización moderna.
De este consumo imitativo, dependiente, compulsivo y competitivo
tendremos que liberarnos, para acceder a un consumo autónomo, creativo y
solidario como el que corresponde a una nueva y superior civilización. Y
ese cambio no lo harán ni el mercado ni el Estado; es absurdo demandarlo
al mercado ni exigirlo ante el Estado, que son los impulsores del
consumo dependiente y pasivo.
El cambio en los modos del consumo sólo es posible si lo hacemos
nosotros mismos, cambiando cada uno, y generando desde nuestro entorno
un cambio cultural que vaya expandiendo un nuevo modo de vivir las
necesidades, y de consumir lo conveniente para nuestra realización
personal y para nuestro desarrollo social.
El consumidor creativo, autónomo y solidario identifica sus objetivos
buscando su realización como persona humana integral, la satisfacción de
sus verdaderas necesidades, que no son las que indican el mercado y el
Estado, ni tampoco nuestros instintos inmediatos, sino las que
descubrimos mediante el conocimiento de nuestra naturaleza humana, de lo
que somos y de lo que estamos orientados a ser. Y que sabe que está
inserto en una comunidad de iguales, que vive en un ambiente natural
junto a muchos otros seres y especies vivientes, respecto de los cuales
tiene responsabilidades esenciales.
Cuando vivimos las necesidades de modo verdaderamente humano, las
experimentamos en el plano de la conciencia. Incluso las necesidades
corporales, como la de alimentarnos y abrigarnos, se viven
subjetivamente. Las necesidades no se satisfacen solamente mediante la
cosa o la acción externa que se posee o a la cual se accede, sino por la
acción del sujeto que emplea la cosa o el servicio externo.
La mejor satisfacción de las necesidades, acceder a una superior
calidad de vida, y la realización personal y grupal, no implican
incrementar las compras y el consumo, ni requieren necesariamente una
mayor producción. En cambio, un ‘buen consumo’, un consumo realizador,
conlleva una transformación radical de la producción.
Si se produce para la satisfacción de las necesidades y el desarrollo
humano, gran parte de la actual producción, y en particular muchos
bienes y servicios que satisfacen el consumismo y el consumo
dependiente, imitativo y competitivo, dejarán de ser necesarios y
útiles. Una nueva estructura de la producción se irá creando a medida
que más personas y grupos vayan adoptando los criterios que son propios
de un ‘buen consumo’. En tal sentido podemos prever que se expandirán la
agricultura y la producción de bienes y servicios básicos, junto con la
educación y la cultura, las comunicaciones y los servicios de
proximidad. Podrán disminuir la minería, la industria pesada, el
transporte, la industria del petróleo y sus derivados, la industria
química, los servicios financieros y la extendida producción de
baratijas.
En esta dirección podemos ver que en la otra economía debieran
experimentar un gran desarrollo el trabajo autónomo y asociativo, la
autoproducción, los procesos de desarrollo local. Como resultado de todo
ello, mejorarán conjuntamente el medio ambiente y la calidad de vida,
generándose un tipo de desarrollo muy diferente al insostenible
crecimiento económico actual.
En correspondencia con las nuevas formas del consumo, viviremos un
proceso de potenciamiento de las capacidades de producción de las
personas, de las familias, de las comunidades y de los grupos locales.
Vimos, en efecto, que el ‘buen consumo’ conduce a las personas y a las
comunidades desde la dependencia hacia la autonomía. Esto es un proceso,
y en realidad la autonomía se hace posible una vez alcanzado cierto
nivel de desarrollo personal.
Son la inseguridad, la carencia de capacidades, la falta de
relaciones, la ausencia de convicciones, lo que hacen tan apreciada la
adquisición de cosas y el recurso a servicios externos. Pero cuando se
alcanza cierto nivel de desarrollo personal nos hacemos más
autosuficientes, menos necesitados de bienes y servicios exteriores. Si
alguien tiene un buen desarrollo personal, una riqueza de personalidad,
es muy probable que necesite comprar menos bienes y servicios, no porque
haya apagado sus necesidades sino porque las satisface más autónomamente
y el sujeto pone mayor dedicación a aquellas dimensiones en las cuales
es capaz de autogenerar proyectos y satisfactores por su cuenta.
Artículos, libros, videos y cursos ofrecidos gratuitamente por el
autor: www.luisrazeto.net
Ver el mensaje del autor a los españoles, con motivo de la crisis
económica: youtube.com/watch?v=bHxWSszU0rY
Luis Razeto M.
Santiago de Chile
Fuente: http://servicioskoinonia.org/agenda/archivo/obra.php?ncodigo=817
No hay comentarios.:
Publicar un comentario