Como hicieron las golosinas tradicionales para ganarle al olvido
Con algo de nostalgia, recorremos la historia de las golosinas que forman parte de las familias y oficinas . Los dulces que pasaron por distintas generaciones y que hoy siguen presentes en los kioscos.
“Tita y Rodhesia, las que más quiero” tarareaba un antiquísimo comercial que aún hoy permanece intacto en el inconsciente colectivo de varias generaciones.
Más allá de la tradicional rivalidad entre estas galletas bañadas en chocolate, no hay kiosco que carezca de las golosinas más clásicas, aquellas que deleitaron el paladar argentino durante décadas, con envoltorios que apenas han variado con el tiempo y que sobrevivieron todo tipo de catástrofes financieras.
Comer un Cabsha es una experiencia única que difícilmente puede describirse con palabras. Este bombón rebosante de dulce de leche con una fina capa de chocolate fue compartido entre padres e hijos, abuelos y nietos. El bocadito que significa “te quiero” en un dialecto árabe fue la primera golosina en el país con dulce de leche creada por Abracha Benski.
“Bana Bana Bana Ba, Bananita Dolca su encanto es el sabor, y se bañó de chocolate, su encanto es el sabor...”, decía la archiconocida publicidad de la entrañable Bananita Dolca, una de las golosinas más bizarras de todos los tiempos (ver video adjunto). Con una pasta amarilla cubierta con un baño de chocolate y envuelta en un papel metálico, hizo estragos en la década del ochenta y continúa siendo una de las más populares también en los días que corren.
Otro de los emblemas del kiosco es el Bon o bon, que nació hace 26 años y logró convertirse en un clásico en el mundo de las golosinas locales. Relleno de la pasta de maní que lo caracteriza, se transformó en una de las más populares de la Argentina. Su envoltorio y su sabor se mantienen intactos (ver video adjunto).
En lo que respecta a la dupla más conocida en la historia de las golosinas argentinas, Tita & Rodhesia se llevan el podio. Cuando se habla de una, inmediatamente, se la asocia con la otra. Y hasta en distintos foros de internet se disputa cuál es la preferida. Edelmiro Rhodesia fue el creador de la Tita en 1949 y la Rhodesia es su hermana menor, que salió a la luz mucho más tarde.
Desde las primeras publicidades, que aparecieron por primera vez en 1962, ya aparecían juntas. No hay mucha ciencia en sus componentes: una se trata de una galletita con relleno de vainilla bañada en chocolate mientras que la otra es a base de oblea. Pese a su sencillez (quizá la clave de su éxito), estos dulces lograron ganar un espacio en las familias argentinas, pasando de generación en generación.
El bocadito Marroc, a base de maní y chocolate, es fabricado por la compañía Felfort, que lleva más de 90 años en el mercado. Si bien tiene varias imitaciones de distintas marcas, ninguno lo iguala.
La Vauquita, en el mercado desde la década del 60, sigue siendo la referente en lo que respecta a bocaditos de dulce de leche. La tableta que nació como una alternativa para que los chicos consumieran productos con las mismas propiedades que la leche aún mantiene como envoltorio su estuche de cartón.
El tradicional alfajor Terrabusi fue lanzado al mercado en el año 1980 porque, según explicaron desde Kraft, “en aquella época, era muy difícil conseguir un buen alfajor, a menos que algún conocido viajara a Mar del Plata”. Si bien ahora vienen en distintas versiones, desde triples hasta con sabores inéditos, “esta golosina en su versión original siempre se mantuvo”.
El famoso paragüitas de FelFort con su envoltorio a lunares que fue hit en la década del sesenta aún hoy es elegido entre los más pequeños. A base de puro chocolate, su divertida forma es lo más llamativo de la golosina.
El chocolate Águila es otro clásico entre los clásicos. La tableta marrón oscura de sabor amargo nos hace recordar a los exquisitos submarinos con leche caliente o fría de la infancia. Fue en la contratapa de Caras y Caretas en 1905, cuando el presidente Quintana tiraba tabletas de chocolate al público desde la Casa Rosada. "Quintana no tiene manos si a todos los ciudadanos, dando el desfile remate obsequia con chocolate Águila de Saint Hermanos”, decía al pie de la imagen.
Con más de 60 años de trayectoria el Nugaton, de Bonafide, tiene el sabor inconfundible de la oblea rellena de nougat, bañada en chocolate con leche. Sus versiones en blanco y negro, bastante más actuales, no tienen desperdicio.
Si bien es una de las golosinas más tradicionales de la Argentina, el Mantecol no fue creado en el país. En realidad es un postre típico de Grecia, que se adaptó al gusto local para poder introducirlo en el mercado local en 1940. En la actualidad pasó a ser la vedette de las mesas navideñas argentinas.
La empresa Alfajores Jorgito S.A se fundó en la década del 50 y se convirtió en un infaltable a la hora del recreo. Este tradicional alfajor no cambió su sabor y apenas modificó su envoltorio desde que el dueño de la fábrica bautizó la golosina en honor a su hijo.
El chocolate Jack, famoso por el muñequito sorpresa que trae en su interior, nació en 1962. El envoltorio sigue siendo el mismo pero se fueron modificando las figuras de regalo. En la actualidad, vienen personajes de los Simpsons y hasta uno del excéntrico Ricardo Fort.
En materia masticable, los Sugus (hoy de la empresa Wrigley) merecen una mención al tratarse de un caramelo que no tiene edad. Estos cuadrados masticables de 2 cm de lado y 7 mm de espesor de sabores a frutas fueron creados por Suchard en 1931. El nombre viene de “suge” que en lenguas escandinavas significa chupar y vienen en varios sabores aunque no caben dudas de que el mejor es el de ananá (con envoltorio azul) mientras que el menos popular es el de menta (de papelito verde).
Las pastillas DRF son un clásico entre los clásicos. El producto nació hace casi cien años, en 1914, y las siglas de su nombre corresponden a las iniciales del dueño de entonces, don Darío Rodríguez de la Fuente. Clásica, redonda y blanca inmaculada, las pastillas con más historia en el mercado comenzaron a producirse artesanalmente en la casa de sus dueños, en una casona del barrio de Caballito. En la actualidad DRF, de Bonafide, mantiene la esencia y personalidad que la hizo famosa en el país y logró aggiornarse sumando, a los clásicos sabores de menta fresca y menta con sabores frutales y anís, menta sin azúcar.
El chicle Bazooka es un hit que viene desde hace épocas. Fueron varias las generaciones que pasaron horas masticando el chicle blando y haciendo competencia de globos para ver quién hacía los más grandes. "Chicle Bazoka, siempre en la boca", decía la publicidad de esta golosina que incluía historietas del pibe Bazooka, un joven rebelde que jamás se sacaba la gorra.
“Yummy Yummy Yummy, transparentes. Yummy Yummy Yummy tienen gelatina. Yummy Yummy Yummy es el sabor más rico. Yummy es todo sabor”, era el slogan de los ositos de gelatina más populares que dejaron una huella imborrable en la infancia. En los días que corren esta golosina sigue siendo un éxito por sus diferentes formas, colores y su suave sabor y las madres buscan un link emocional que les genera ser las gomitas que ellas comían de chicas.
El palito de la selva, el legendario caramelo sabor vainilla y frutilla, es aún hoy uno de los más elegidos. Envueltos con un papel con animalitos y con divertidas adivinanzas como en los viejos tiempos, lo eligen los niños y adultos.
Párrafo aparte se merecen los caramelos Media Hora, más conocidos como “los del relojito” que marcan las 13.30 o la 1.30 en el envoltorio. No caben dudas de que son los más polémicos dentro de las golosinas “retro”: su gusto a base de anís lo transformó en el más odiado o el más querido entre los consumidores. A pesar de su cuestionado sabor, sigue vigente en el mercado.
La clave del éxito
La mayoría de estas golosinas están en los kioscos desde hace décadas y lograron mantenerse en el mercado con nuevas versiones. Guillermo Storni, gerente de Negocios del Grupo Arcor, explicó que en el caso de Bon o bon desde su nacimiento en 1984 la marca fue ganando popularidad al punto tal que, con el pasar de los años, lo que era un bocadito se transformó en una línea de diversos productos que van desde oblea, helados, snacks y alfajores.
Para renovarse, la compañía puso a la venta nuevas propuestas para sumar adeptos. “En los 90 se lanzó las variedades de chocolate blanco y luego el suave. Posteriormente, y con motivo de su 20 aniversario, se introdujo el bon o bon chocolate. Todas estas innovaciones tuvieron una alta aceptación entre el público”, explicó Storni.
"Otra de las claves de éxito para mantener su vigencia es la de estar atentos a los nuevos usos y costumbres de los consumidores, los cuales generaron nuevas necesidades como el snackeo o consumo "on the go". Es así como bon o bon desarrolló el nuevo bon o bon snack, un producto innovador, pensado para consumir directamente de la bolsita".
Para finalizar, destacó: "Podríamos decir que la clave de su permanencia han sido la calidad constante, y un equilibrado manejo entre la necesidad del cambio, y el mantenimiento de un estilo".
En general, estas golosinas mantienen prácticamente el mismo diseño original en sus envoltorios que cuando fueron lanzadas al mercado por primera vez, lo que las llevó a ser casos de análisis entre especialistas de marketing.
Octavio Brandt, Brand Manager de Alfajores & Bañados de Kraft Foods, explicó que “para preservar la personalidad de los productos, el diseño nunca se modificó”. “La razón principal radica en que ambas marcas son íconos que transmiten emociones fuertes que evocan la infancia de los consumidores mayores, sentimiento que se transmite de abuelos a padres y de padres a hijos. Sobre esas emociones queremos seguir construyendo porque representan un gran respaldo a nuestras marcas”, agregó.
En el caso particular de este dúo, es tal la vigencia de estas golosinas que aún hoy se debate cual es la preferida de los argentinos: ¿Tita o Rhodesia? “Las dos tienen sus fans. Pero ambos productos comparten la misma valoración de los consumidores. Son íconos nacionales y van juntas siempre. No existe una sin la otra”, expresó Brandt.
¿Cuál es el secreto del dúo para seguir vigente? Según detallaron desde la marca, más allá del sabor, “han establecido una relación afectiva extremadamente fuerte con sus consumidores, basada en afectos, experiencias, recuerdos, que transmiten además la incomparable sensación de reencontrar sabores de la infancia y poder compartirlos con las nuevas generaciones de familias argentinas”.
Desde la empresa que fabrica la Vauquita, Osvaldo Lifschitz contó cómo nació la emblemática golosina a base de dulce de leche de la década del 60: “La idea surgió como una alternativa para las madres que no podían hacer que sus hijos tomaran leche fluida. Una tableta de 25 gramos reemplaza las propiedades de un vaso de leche”.
Lifschitz contó que el packaging que caracteriza la golosina se mantiene “prácticamente igual al original, destacándose la cajita que guarda el producto”. “Es una de las pocas golosinas que tiene estuche en esta época de industrialización que todo lo puede”, resaltó.
Fuente: http://www.taringa.net/posts/info/16467934/Golosinas-que-le-ganan-al-olvido.html
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