"En la actualidad el ser humano no percibe que la vida es como una gota de roció, que por instantes aparecen en las mas bellas mañanas, pero también temprano desaparecen", como las Mamboretá en este video, saliendo en la lluvia y desapareciendo en un instante de vida y momento que nos toco vivir personalmente.
EL MAMBORETA DE LOS GUARANIES
Bicho que siempre me impresionó pobrecito el mamboretá, no se si es
porque tiene alas o porque parece inteligente en demasía, pero no soy la
única con miedo a estos grandes insectos, y más si no les tienen miedo ,
les tienen impresión ¿por qué será?.
Santateresa, tatadiós, campamocha, mamboretá, cerbatana,
usamico, comepiojos o matapiojos, profeta religioso, rezador,
predicador, el medicante es un insecto de la familia Mantidae, orden
Mantodea.
El mante de los naturalistas y mamboretá de los
Guaraníes es un género de insectos que comprende varias especies
diseminadas en todas las regiones del globo, como sucede generalmente
con las creaciones más útiles al hombre, que se multiplican y prosperan
bajo todas las latitudes. Único carnicero entre los ortópteros (de dos alas rectas) se mantiene únicamente de insectos,
dando caza principalmente a los voladores. Por esta propiedad, unida a
su gallardía y mansedumbre, debiera ser naturalizado en nuestra casa y
jardines; y sería de desear que las gentes del campo, en lugar de
destruir los nidos de estos insectos, los respetaran como merecen los
defensores de las cosechas. Mas, por desgracia, los mismos beneficiados
propenden, sin saberlo, al aniquilamiento de la especie, cada vez que,
pretendiendo limpiar los plantíos, arrancan de las axilas de las ramas
unas aparentes excrecencias corticales en que se abrigan los huevecitos
del mamboretá.
La antigüedad veía en el aire meditabundo y la vestidura talar del
mante, una semejanza de las antiguas Sibilas, y creía que realmente
vaticinaba lo futuro, según lo acredita el nombre genérico que le
dieron, que significa profeta. Hoy mismo casi todas las
naciones del antiguo mundo miran este insecto con una especie de
superstición, atribuyéndole facultades de un orden elevado y
sobrenatural, como lo prueban los nombres que se le han aplicado
científicamente, tales como: el santo, el religioso, el devoto, el predicador, el mendicante, el adivino.
En el África central, según el viajero Caillaud, es este insecto objeto
de verdadera adoración; según Sparman, es venerado como una divinidad
tutelar por los Hotentotes, quienes tienen por santa a la persona en que
por casualidad se llega a posar un mante; en Turquía lo miran como
insecto sagrado: y en todo el Oriente se le tributa una especie de
culto, y se considera como una señal feliz encontrárselo en su tránsito.
En la Europa culta se le mira con admiración; en Francia se le tiene
igual estimación, lo llaman prie-Dieu (ora a Dios) y creen firmemente que reza; y en España sucede lo mismo
pues le dan el nombre de rezador.
Se asegura que el mamboretá enseña el camino al niño alejado de la
casa de sus padres, y a la joven extraviada que tiene la suerte de
encontrarlo. Generalmente lo tienen por adivino, y acostumbran
preguntarle: ¿Dónde está Dios? creyendo ver que el animalejo
señala el cielo con la pata. Asi es como la superstición obliga a los
pueblos a respetar un insecto útilísimo para la conservación de las
plantas.
Nuestro mamboretá, tan gracioso y familiar como inofensivo, es
generalmente de un verde mate descolorido, los hay atabacados, y algunas
especies tienen las alas pintadas con los hermosos colores del iris,
dispuestos en anillos concéntricos como en el meteoro. Su configuración
es la misma de los mantes del viejo mundo, y su tamaño llega a tres
pulgadas. Tiene el corselete muy fuerte, largo y delgado, el vientre
grueso, almendrado, blando, y cuatro piernas larguísimas, sobre las
cuales, cuando está quedo, se le ve con el cuerpo erguido; posición que
en ningún otro insecto se observa. Su pequeña cabeza es libre y voluble,
de manera que con facilidad dirige la cara a todos lados, y aun puede
mirar hacia atrás sin volver el cuerpo. Sus ojos lisos o únicos, son
espaciosos y abultados; sus dos grandes y transparentes alas están
plegadas como abanico debajo de dos anchos élitros o cubiertas
flexibles. Los otros dos miembros, que los naturalistas cuentan en el
número de las patas, son verdaderos brazos, con su correspondiente
antebrazo, en igual disposición que los nuestros, aunque en lugar de
manos, tiene unas manoplas, armadas de corvas y fuertes uñas, de las
cuales se sirve lo mismo que el hombre cuando tiene baldados los dedos.
Aunque se ayuda de los brazos y manoplas para la locomoción como los
cuadrumanos, los usa principalmente para su defensa y para agarrar
insectos y comérselos a bocados, no chupándolos, como dicen los
entomólogos del mante europeo.
Para asir con la mano impunemente al mamboretá, es menester
asegurarlo por los brazos tomándoselos entre los dedos; pues aunque
nunca trata de morder, sabe clavar sus uñas de un modo mortificante para
las manos delicadas.
Cuando está parado, conserva vertical su cuerpo, con los brazos en
ademán deprecativo, lo mismo que el
sacerdote cuando hace sus preces en
el altar. Se le ve casi siempre en esa postura, inmóvil, horas enteras, en acecho de su presa.
El mamboretá es exclusivamente insectívoro, con la particularidad de
que desde que nace vive de la caza, sin hacer el más leve daño a las
plantas ni a las frutas. Aunque lento para andar, es ágil para la caza, y
diestro para la pelea. Es tan arrogante y confiado, que si se le toca o
molesta, en lugar de huir, se mantiene firme y se defiende con los
brazos, haciendo quites y dando manotadas, como si fuese una persona,
sin perder ni avanzar terreno. También suele pavonearse el mamboretá,
desplegando sus alas hasta el suelo e imprimiéndose por intérvalos un
sacudimiento que produce un ruido semejante al de las vibraciones de una
hoja de esmalte; como si se ufanase, cual pavo real, ostentando la
belleza de su ropaje.
Llegado el tiempo del desove, en el otoño, la hembra del mamboretá lo
efectúa, saliendo cada huevecillo envuelto en una masa gris, en tal
disposición, que los cuarenta o más huevos oblongos quedan acomodados
paralelamente en tres o cuatro hileras, formando un grupo en forma de
una pequeña avellana adherida a la bifurcación de la rama de un arbusto.
La masa después de seca, queda bastante dura, esponjada e impermiable
para proteger la nidada contra las desigualdades del clima, durante todo
el invierno. De este modo se salva la especie, y esto explica como ha
podido extenderse por tantas regiones un ser que perece en el invierno. A
los primeros calores del verano salen del huevo ya en aptitud de
buscarse la vida cazando insectillos. Tienen desde chicos la misma
estructura de sus padres, pero sin alas, y son más vivos y graciosos en
sus movimientos. Al paso que van creciendo, mudan el pellejo varias
veces, hasta que, siendo adultos, les crecen las alas. Hay otras
especies, aunque no tan comunes, de formas muy extrañas; una, al primer
aspecto, parece una pajita y éste es el nombre que lleva; otra, parece
una media hoja seca, lo que ha dado origen a la creencia vulgar de que
son realmente pajas y hojas convertidos en bichos.
Tal es el mamboretá, el más extraordinario de los insectos; tan raro
por su figura como por su desarrollo, maneras y costumbres, que nace
perfecto en su organización, sin pasar por el estado de larva; que
ofrece el hecho raro de la poligamia femenina; que tiene brazos y manos
de que se sirve como los monos; que manifiesta tanta expontaneidad en
sus acciones y movimientos; que
al orgullo, al valor y la fuerza, une la mansedumbre, la paciencia y la
confianza; que no solamente parece animado de verdaderos sentimientos,
sino dotado de inteli gencia,
alucinando de tal modo sus apariencias a los verdaderos racionales, que
le atribuyen el don de profecía, lo veneran como santo, y lo adoran
como Dios.
Cuando los europeos arribaron por primera vez a las costas del Nuevo
Mundo, encontraron a este singular insecto, distinguido también con
cierta consideración popular entre los indígenas que en la región del
Plata le habían puesto el nombre significativo de mamboretá, frase interrogativa de la lengua guaraní que en la nuestra equivale a la pregunta: ¿Dónde está tu chacra?
Así como los nombres inadecuados de religioso, santo, profeta, predicador, rezador y mendicante,
que este insecto lleva en el Viejo Mundo, patentizan la superstición y
la ignorancia de las naciones que los impusieron; así también encuentro
que, bien analizado, en nombre americano basta por sí solo para
caracterizar la nación que lo aplicó.
Del libro “EL TEMPLE ARGENTINO, de Marcos Sastre.
Reflexiones:
Después de conocerlo un poco más no le tengo tanto miedo o mejor
dicho le tengo más respeto, pero no lo agarraría. Cuando lo vea en mi
quinta o en el jardín le preguntaré ¿Dónde está tu chacra?
Fuente: http://bisbiseos.wordpress.com/2009/10/12/el-mamboreta-de-los-guaranies/
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