Jorge Luis Borges Habla del Mundo de KAFKA
La
Metamorfosis: Franz Kafka. Año 1991. Páginas: 130. Editorial Orión, Argentina.
En una edición de La Metamorfosis de editorial
ORION, Borges nos cuenta los temas de la obra de Kafka y su modus operandi.
Trancribimos aquí la primera parte de ese magnífico ensayo.
Habla un discípulo de Kafka, un tardío discípulo de Kafka, pero que sigue sintiéndolo
y agradeciendo lo mucho que él le ha dado y lo poco que él ha podido hacer con
ese espléndido regalo de su obra.
Quiero
examinar aquí dos temas de Kafka, el "laberinto" y la "empresa
imposible", pero antes quiero decir unas palabras sobre el modus operandi
de Kafka, sobre lo que los escolásticos llamaron el "regregresus in infinitum"
y que es un proceso intelectual bastante común tratándose de etiología o metafísica,
pero raro tratándose de literatura y podríamos decir que fuera de algunos precursores,
que de algún modo fueron inventados por él, fue inaugurado por Kafka.
Y
quiero recordar a mi amigo Carlos Mastronardi, el gran poeta de Entre Ríos,
¿por qué de Entre Ríos? El gran poeta de la patria y del mundo. Yo recuerdo
que él había iniciado la lectura de El proceso y me dijo lacónicamente: "Franz
Kafka, Zenón de Elea". Y ahora se preguntarán ustedes qué es el "regresus
in infinitum", para mí una de las grandes innovaciones de Kafka: es un
proceso lógico, conocido por los escolásticos. Comenzaré por uno de los ejemplos
más amenos de este método y tema de Kafka. El "regresus in infinitum"
puede ilustrarse, creo que del modo más vívido posible, mediante las paradojas
de Zenón de Elea, que dijo que si creíamos en la realidad del tiempo como hecho
de instantes y la del espacio como hecho de puntos, el transcurso del tiempo
y el movimiento son imposibles, e ilustra esto mediante varias paradojas que
fueron refutadas por Aristóteles y comentadas por toda la filosofía después,
pero recordaré dos simplemente, ya que en ellas se ve claramente cuál es el
modo de Kafka y me permite recordar a mi padre.
Mi
padre —yo tendría 9 o 10 años entonces—, en una casa por las orillas
de Palermo una
noche después de comer me mostró el tablero de ajedrez y me dijo,
señalándome las casillas: Vamos a poner a una persona que está en esta casilla
-y me señaló la casilla de la torre, la de la izquierda y quiere ir a la casilla
de la derecha. Pues bien, tendría que pasar antes por la casilla de la reina.
Yo dije, naturalmente, que sí. Y él me dijo: Pero antes tendrá que pasar por
la casilla del caballo. Yo afirmé nuevamente. Y él me dijo: Bueno, aquí tenemos
8 casillas, ya que se trata de 64 casillas, que forman el tablero. Supongamos
un tablero más largo, con un número indefinido de casillas. Para llegar de la
primera a la última habrá que pasar por todas las casillas intermedias. Dije
que sí y él me dijo: Muy bien, pero entonces, antes de llegar a la meta habrá
que pasar por la casilla del medio, antes por la del medio del medio, antes
por la del medio del medio del medio y así sucesivamente, es decir, que no se
llegará nunca de una casilla a otra. Y no mencionó el nombre de Zenón de Elea,
no me dijo que estaba exponiendo la ilustre paradoja de la filosofía griega,
porque mi padre era profesor de psicología y sabía que son más importantes los
hechos que las fechas y los nombres de quienes los inventaron. De modo que me
dejó con esa perplejidad y luego de unas noches me preguntó si había oído la
historia de la carrera de Aquiles y la tortuga. Dije que no, y me divirtió la
idea de una carrera entre Aquiles, el de los pies ligeros, símbolo de rapidez
y la tortuga, la morosa tortuga, símbolo de lentitud, y dije que me gustaría
oír eso. Bueno, dijo, una vez corrieron una carrera Aquiles y la tortuga. Aquiles
le dio a la tortuga 100 metros de ventaja, lo cual es justo, dado lo moroso
de la tortuga y lo lento de sus hábitos. Muy bien, Aquiles recorre los 100 metros
mientras la tortuga recorre 1 metro. Me preguntó si la cuenta estaba bien sacada,
él sabía que lo estaba y le dije que sí. Muy bien, me dijo, recorre ese metro
en tanto que la tortuga recorre 1 centímetro. Yo dije que sí, si Aquiles corre
cien veces más ligero que la tortuga. Desde luego, me dijo, Aquiles recorre
entonces ese centímetro, y la tortuga mientras tanto ha recorrido un milímetro.
Y así siguen, de modo que Aquiles nunca podrá alcanzar a la tortuga. Pues bien,
esto ha sido discutido después por Poincaré, por Bergson, por Bertrand Russell,
por Stuart Mill, antes por Aristóteles, antes quizás por todos los filósofos
y es realmente un argumento serio contra el hecho de que si el tiempo se compone
de instantes y el espacio está hecho de puntos, una cantidad cualquiera no puede
agotarse. Ese argumento lo aplicó William James. En sus Elementos de Psicología
James dice: Vamos a suponer un cuarto de hora. Pero antes de que un cuarto de
hora pase, tienen que pasar siete minutos y medio, pero antes tienen que pasar
tres minutos y una fracción, y antes de que pase la fracción tiene que pasar
otra, pero como el número de fracciones es infinito resulta que se saca como
consecuencia que no puede pasar nunca un cuarto de hora. Pero curiosamente,
cuando Zenón de Elea formulaba esas paradojas en Grecia cinco siglos antes de
la era cristiana, un pensador chino, Lie Tsu la formulaba en China bajo la forma
de una leyenda, una forma que hubiera complacido más a Kafka. Lie Tsu habla
del cetro de los reyes de Liang y supone que ese cetro es heredado por cada
sucesor de la dinastía. Cada uno tiene que cortar la mitad del cetro, que no
es excesivamente largo, pero como nunca se llegará a la mitad de la mitad de
la mitad de algo la dinastía es infinita, es decir, exactamente el mismo procedimiento
de Aquiles y la tortuga y de aquella otra del tablero, que muestra la imposibilidad
de que un móvil llegue a la meta. Ahora bien, ese procedimiento que se llama
"regresus in infinitum" fue aplicado para refutar pensamientos, muchas
veces lógicamente, pero Kafka fue el primero, o uno de los primeros, que lo
aplicó a la literatura.
Fuente: http://www.lamaquinadeltiempo.com/Kafka/borgeskafka.htm
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